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Sobre el autor

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Recuerdo ese mes de marzo de 1979 cuando nos vimos por primera vez, ninguno de los dos podía imaginar la cantidad de vivencias personales relacionadas con la naturaleza que íbamos a tener en los 45 años que duraría nuestra amistad. La pesca deportiva, la micología y la fotografía, aficiones todas vinculadas al contacto con la naturaleza, han sido el cordón umbilical que nos ha mantenido unidos durante todos estos años. Incluso en las habituales comidas de los jueves, intentábamos desconectar con el trabajo intenso de mañana y tarde sumergiéndonos en conversaciones intensas que nos transportaban a aquel recodo del río donde pudimos sacar unas buenas truchas a mosca, o el día que saliendo del camping de Hecho con las bicicletas, al pasar por la Selva de Oza no fuimos más allá porque tropezamos con un lugar lleno de colmenillas, o en aquel rincón donde encontramos aquellas orquídeas y no paramos de fotografiarlas. Si, han sido tantas vivencias, tantas experiencias juntos que daría para un libro. Y aun así jamás le vi una mala cara, un enfado, una palabra subida de tono. Rafael, el hombre tranquilo, el que irradiaba paz y serenidad y que nunca perdía la compostura. Rafael, el hombre generoso, el que siempre estaba dispuesto a hacer un favor al que lo necesitara. Rafael, el hombre leal, siempre fue amigo de sus amigos. Rafael, el hombre humilde, no le interesaba destacar, no era necesario, él poseía un vasto conocimiento de todas aquellas materias que le gustaban, no necesitaba enfundarse el traje de la presunción, éramos los demás quienes le hacíamos ese traje a medida.

Y ahora no solo nos ha dejado ese legado de su personalidad y las vivencias que se mantendrán en nosotros durante mucho tiempo sino también el legado de su arte, plasmado en la fotografía y eso hará que lo recordemos y no lo olvidemos nunca.

Una persona muere cuando desaparece su recuerdo de nuestra mente. Por eso Rafa estará siempre con nosotros.

Jesús Montañés